“En la escuela de la experiencia las lecciones cuestan caras, pero solamente en ellas se corrigen los insensatos.”
Benjamin Franklin.

Cómo describir con pocas palabras lo que este grupo de estudiantes vivió en poco menos de una semana sumergido en la realidad que se vive a pocos centímetros de nuestras narices se presenta, cuanto menos, como una tarea difícil. Daremos nuestro mejor esfuerzo, concientes de que nada de lo que se pueda plasmar en palabras se acerca a lo vivido en cada minuto de este viaje.
Todo comenzó con un intento de ayudar a nuestros hermanos originarios de Pampa del Indio, víctimas del silencioso pero implacable exterminio al que se ven sometidos diariamente por acción y omisión de los distintos responsables de turno. La llegada a las viviendas, la cruda imagen de niños, jóvenes, adultos, ancianos y animales estigmatizados por el hambre. Las tierras aradas sedientas de ser cultivadas…pero no se puede, porque no hay agua. Basta con recorrer unos pocos metros para encontrarse con grandes campos ultrarrentables con riego artificial y pista de aterrizaje para que los que conforman el círculo de elite que decide el presente y el futuro de nuestro pueblo puedan hacerse la “escapada” de fin de semana…pero de eso no se habla. El originario, hijo y dueño legítimo de esta tierra, no tiene derechos. No tiene derecho a trabajarla, porque se lo negamos todos los días dejándolo librado a la voluntad de la lluvia. No tiene derecho a la educación, porque en la escuela primaria “el criollo pasa de grado y nosotros no”. No tiene derecho a la salud porque no conoce el Mal de Chagas, enfermedad silenciosa que padece sin saberlo y que, tal vez (otra vez librado a la suerte) lo termine matando, si de ello no se encargan antes la desnutrición, la tuberculosis o una simple diarrea aguda.
El encuentro con esta realidad nos agobió. Las tardes de reflexión, las asambleas y las charlas “uno a uno” se vieron cargadas de angustia, bronca, impotencia, culpa y un sinnúmero de sensaciones que pugnaban por aplastar cualquier ánimo de lucha que cada uno llevaba dentro. Pero justo ahí, en ese preciso momento en el que todo parecía perdido, apareció la magia. Porque el originario tiene esa llama intacta, el fuego sagrado que más de 500 años de opresión no lograron extinguir y se fue transmitiendo de generación en generación como una marca indeleble: la dignidad. El originario no ignora la injusticia que padece, es cauto. No tiene la necesidad que tenemos “los criollos” de gritar a los cuatro vientos cuando un derecho le es arrebatado, porque las palabras sobran. Pero a pesar de ello y por sobre todas las cosas, el originario sabe que es voluntariamente ignorado de una campaña electoral a otra, y está en pie, organizado, con la frente en alto y el puño apretado…porque nadie mejor que él para entender que si no se organiza, si no lucha, si no hace frente y escupe a la cara al sistema, todo está perdido. Esta es la más invaluable enseñanza que este grupo de estudiantes pudo recibir de sus hermanos de Pampa del Indio. Cuando pensábamos que todo estaba perdido, la magia apareció y renovó en nosotros el compromiso, la responsabilidad y el espíritu de lucha. Y pensar que todo comenzó con un intento nuestro de ayudarlos…

Ninguno de nosotros volvió a ser igual desde entonces.

“La teoría es asesinada tarde o temprano por la experiencia.”

Albert Einstein.

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